Maschwitz fue conocida por su hermosa arboleda, calles de arena y bonitas quintas. Era un pueblo de descanso que elegían las clases más favorecidas; incluso llegó a tener un importante club de polo llamado Club de Polo Los Ñanduces, por la ruta 26. Actualmente, se perdieron las calles de arena que hoy son de un fino polvo, y las poblaciones transitorias se volvieron, con los años, estables a partir del loteado de las quintas, pero los fines de semana sigue habiendo una población transitoria importante, principalmente de familiares y amigos que vienen a visitar a nuestros vecinos.

Maschwitz todavía tiene cierto aire señorial y de grandeza, guardado especialmente en las clases medias y altas. Sin embargo, a pesar de que tenemos una superficie de 20km cuadrados, circunscribimos «el pueblo» de modo que sus límites son las vías del tren y la autopista panamericana con la excepción de ser reconocidas las quintas que se encuentran en la ruta 26 y el barrio San Lorenzo o Los Horneros. Por supuesto, estamos frente a límites sociales impuestos y también auto-excluyentes de todo lo que no parezca ser el Maschwitz con sus sueños de grandeza, grandes casas, grandes parques y grandes árboles. Basta visitar el barrio Lambaré y el barrio San Miguel para descubrir que hay gente humilde, de casas humildes y necesidades humildes que conforman la «periferia» y, de algún modo, se sienten fuera de los límites del pueblo.

El Colectivo Cultural tiene como objetivo lograr la integración social a través de actividades culturales. Ya lo hizo con la muraleada a la Escuela 13 que convocó a los vecinos a pintarla para darle vida, alegría y calor, o la mateada por el centenario de Maschwitz, o el día del niño, la varieté en la plaza Mitre o el cine en la plaza de la estación; pero no habíamos salido de los límites sociales sino que nos mantuvimos dentro y eso se ha superado cuando decidimos cruzar al merendero que funciona en la Soc. de Fomento del Barrio San Miguel, dirigido por Doña Albina y ayudada por otras personas muy generosas, quienes dan de comer a más de cien chicos. Invitados por ellos, ofrecimos lo que venimos haciendo con la ayuda de Aguas del Paraná que presta su proyector: pasar una película para los chicos, en esta ocasión fue Cazador de Dragones. Y los chicos de la Biblioteca Popular de Matheu (mail) también ofrecieron su invaluable ayuda para dar una mano al merendero que necesita varias manos más.

Fue una tarde maravillosa, de mucha alegría y sol, nos recibieron con un rico pan dulce y cuando nos fuimos ya querían que volviéramos; fueron muy agradecidos y nosotros lo estamos con ellos por haber confiado. No es difícil montar un cine móvil pero requiere esfuerzo, paciencia, coordinación y compromiso de los colectiveros, que son el capital más importante de nuestra humilde ONG, que cuenta con pocos recursos, y trae enormes satisfacciones ayudar a lograr un mundo mejor con nuestros granitos de arena. No todo salió perfecto pero, por suerte, estaba Rodrigo de la Serna para aportar un poco de risa frente al colpaso de nuestro DVD que luego fue solucionado. Fue una tarde/noche para recordar y, por suerte, tenemos muchas fotos que facilitará el ejercicio de memoria.

El Colectivo Cultural sigue creciendo y quiere ser más solidario todavía pero necesitamos crecer en recursos. La Revista SUBA tiene como objetivo financiar un proyector propio, cuesta $5 y agradeceríamos a todos los que pudieran colaborar a cambio de una interesante lectura cultural. Subite.

Colectivo Cultural

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